viernes, 26 de agosto de 2011

Capítulo 19: Kiss me you animal

El sabor de su saliva y las lágrimas saladas que se colaban en nuestras bocas se fundían en mis papilas gustativas. Se separó unos centímetros, los suficientes como para hablar, pero rozando mis labios con los suyos al hacerlo, como solíamos hacer antes.

-Y mejor y más fuerte que nunca.- Dijo y selló mis labios con un suave beso para después coger mi mano y bajarme del escenario.

Nos dirigimos a la puerta del "camerino", si es que se le podía llamar así y María me agarró del hombro empujándome hacia dentro de este.

-Me le llevo un momentito, ¿vale Gerard?
-Claro.

Nos adentramos en la sala y pude ver esa estúpida, pero inusual, sonrisa  en su cara. Aun que fuese muy pesada a veces, siempre que ponía esa cara, me alegraba ver felicidad en su rostro, y aún mucho más que esa alegría fuera por mí. Ella había pasado por tanta mierda en su vida...

-Con que tú y Gerard, ¿eh?
- Sí...- Sonreí tímidamente.
-Hey, no te avergüences, no hay nada malo en ser bisexual.
-Lo sé.- Reí.
-Bueno, Frankie, me tengo que ir.- Me abrazó, besó mi mejilla y la correspondí.
-Pásalo bien, a dóndequiera que vayas.
-Gracias, tío.

Salí del camerino unos cinco minutos después de la charla con Meer en busca de Gee, pero en su lugar encontré a un señor trajeado, que, casualmente, a su vez, me buscaba a mí.

-¿Frank, verdad?- Asentí y siguió hablando. Su forma de hablar me recordaba a un locutor de radio, enérgico.- Encantado, soy Jerry, mánager. Os he visto actuar y me ha encantado. Resumiendo, aquí está mi tarjeta. Quiero ofreceros un contrato y una gira. Llamarme cuando os decidáis.

Se dio la vuelta y se fue sin decir una palabra. Fui a buscar a Gerard para ir a mi habitación. Sí, lo sé, pero, tío, llevábamos décadas sin hacerlo...

-Gerard, aquí estás... ¿Vamos a mi habitación?- Me miró pícaramente, creo que había descubierto mis intenciones.
-Claro...

Me cogió de la mano y nos dirigimos al autobús. Se sentó en frente mío mientras yo miraba embobado sus ojazos, su imagen, feliz de tenerle a mi lado, y una mueca de lo que podría ser una sonrisa se asoma en mis labios, quizá sea de pensar que eres mío, al igual que yo soy tuyo.
"¿Cuál es el poder que tiene sobre mí?" Me pregunté. "No lo sé, y estoy practicamente seguro de que jamás lo sabré. Simplemente no puedo estar triste cuando contemplo tus perfectas fracciones. Y, a veces, debo confesar que te odio por ello. Es tan injusto... A veces necesito estar triste, ¿sabes? Es parte de todo aprendizaje, y, sin embargo, estás tú ahí, impidiéndomelo, dentro de mi ser, sonriéndome con esa dulzura  que solo he visto en una persona; tú. Esa dulzura, la que te hace único, la que me hace olvidar por un segundo, aun que sólo sea uno, que tengo una vida y que esta apesta. Eres como una droga ¿Sabes por qué lo eres?
Porque me haces pensar que todo está bien cuando nada lo está"

-¿Qué piensas, Frank?.- Me interrumpió y el autobús se detuvo.
-Nada, cielo, vamos.- Dije depositando un corto y suave beso en sus labios.

Nos subimos a mi habitación. Me besó. Miré sus ojos. Supongo que nunca entenderé por qué me gustaba tanto mirar ese intenso verde, o la curvatura en sus labios rosados que se formaba cuando Gerard sonreía. Sentía como si el mundo fuera a acabarse cuando nuestras miradas chocaban, haciéndome sentir mariposas revoloteando en mi estómago, llevándome muy lejos. Y supongo que, era mucho peor cuando sus labios se juntaban con los míos. Era como si sacase toda la mierda que hay en mí, como si todo lo malo se acabara, como si cayera en picado desde gran altura de un salto, era adrenalina pura y yo, yo la disfrutaba con cada célula de mi ser. Gemí dentro del beso al sentir como si espalda daba contra la pared y yo me agarraba a él rodeando su cintura con mis piernas mientras me sostenía en el aire, haciéndome sentir como si volara. Sentía su dientes besando cada parte de mi rostro, mi cuello, sus manos luchando por sacarme la ropa, prenda, por prenda, lentamente. Mi cuerpo respondiendo al suyo, como una coreografía del más pasional de los bailes. Era lo mismo de siempre, pero al mismo tiempo, era como una primera vez que esas manos tocaban mi cuerpo, la primera vez que me elevaba al cielo y tocaba las estrellas de lleno con la palma de las manos.

Nos movimos hasta que quede encima suyo en la cama. Ambos desnudos ya comenzamos a repartir cortos besos en los cuerpos del otro hasta que Gerard llegó a mi miembro.

-Chicos, ¿estáis ahí dentro?

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