miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo 22: Take this to your grave

Me metí a la cama y cerré los ojos, intentando dormir, lo cual no fue tarea fácil. En fin, es comprensible. ¿Quién podría dormir después de la emoción de ver a tu grupo en directo? Al menos yo no.
Apreté los párpados con más fuerza repitiéndome "Venga, Frank. Duérmete" hasta que me empezaron a doler los ojos de la fuerza con la que los cerraba.
Y de repente, cuando estaba a punto de dormirme, empecé a pensar en Gerard y ese momento.
"Dios... Y es que ya nada sigue igual, toda mi vida cambió, pero lo peor no es eso, si no que tú cambiaste con ella, llevándote lo único que me ataba a la realidad, pero a la vez lo que me ataba a la irrealidad. Te llevabas el lugar al que me solía escapar en momentos difíciles. Y te odio por ello. Te odio y te amo a la vez... Es todo tan contradictorio... Sólo necesito tenerte entre mis brazos para poder olvidar todos mis males, pero si tuviera la oportunidad, también confieso que querría  ahogarte hasta que te murieras. Me haces un lío, pero también sólo tú puedes aclararme las ideas. Tienes la llave que me abre y también el candado que me cierra. Eso no es justo. Me manejas a tu gusto, y ya soy lo suficientemente mayorcito como para manejarme solo. Posees todo control sobre mi, y eso no está bien porque todos necesitamos un mínimo de intimidad, un lugar en el que nadie te pueda controlar. Tú me has dejado sin esos. Te deseo, a veces más sin vida que con ella, pero te deseo, a mi lado, perteneciendo a mi igual que yo pertenezco a ti. Te echo de menos cuando estás incluso a mi lado y aún así quiero que te vallas y nunca vuelvas a mi. Porque me estás consumiendo, y a la vez me reparas..."
Comencé a murmurar la letra de I don´t love you y de vez en cuando pensaba "Maldito hijo de perra" o "Puto Gerard" dando pequeños puñetazos a la almohada o a mis piernas, puñetazos sin fuerza, porque cuando me deprimía no la tenía, pero con mucha rabia, mientras que las lágrimas caían por mi rostro.
Pasaron veinte largos minutos al cabo de los cuales conseguí quedarme dormido.
Aquella noche tuve otra de mis comunes pesadillas. Soñé, como de costumbre cada vez que... "lo" hacía, con sexo. Y sí, en el sueño salía yo.Y sí, Gerard también. Pero, no. Aquel acto de placer, aquella muestra de amor no era entre nosotros dos, si no entre Gerard y muchas chicas. Estaban Javiera, la amiga de María (nunca me acuerdo de su nombre), Raquel, Claudia, Alba...

Me desperté empapado en sudor, jadeando, con los ojos cerrados tratando de tranquilizarme y diciéndome a mi mismo "Tranquilo, ya pasó". Abrí los ojos y miré a mi al rededor; Ray dormía plácidamente, con las sábanas cubriéndole la nariz. Traté de recordar la última vez que realmente había dormido bien, pero la memoria no me alcanzaba a tales tiempos.

Cogí mi móvil y marqué el número de Javiera.

-¿Sí?- Contestó una aturdida voz tras siete pitidos.
-Javiera, soy Frank.
-Frank, querido, son las seis de la mañana.
-Lo sé.
-¿Pasa algo?
-Más o menos.
-Hacemos una cosa,- Propuso.- Quedamos a las cuatro después de clase, ¿vale?
-Vale, en el café de la esquina, ¿de acuerdo?
-Sí.
-Adiós, gracias.
-Un beso.

Colgué el teléfono.

"Ya es hora de que vivas tu vida y dejes de depender de él" Me dije. Y tenía razón. Maldita sea, tenía toda la puta razón. Pero eran palabras, no más. No había hechos, y, sinceramente dudaba que fuese a haberlos, porque lo fácil es decirlo, y lo difícil, prácticamente imposible, por desgracia, es hacerlo.

Pasaron las horas y con ellas las aburridas e interminables explicaciones de los profesores. Estuve evitando a Gerard todo el día, lo cual no fue nada fácil. Cuando sonó la última campanada que indicaba el fin de la jornada escolar me fui a la habitación a cambiarme de ropa.

Cerré la puerta al entrar. Abrí el armario y cogí una camiseta de Decaydance negra y me puse una sudadera del mismo color de Jack Skellington, ya que había empeorado el temporal.

"Don´t wanna be an american idiot" Canté mientras sonaba el móvil.

-¿Diga?
-Frank, ¿dónde estás?
-Estoy de camino.
-Vale.
-Te veo en cinco minutos.

Me guardé el móvil, el tabaco, el dinero y las llaves en el bolsillo de la sudadera y me fui.

Caminé y llegué al café en los cinco minutos prometidos.

-Perdona, me entretuve un poco.
-Hmmm... No pasa nada.
-Gracias.- Susurré mientras me sentaba en la mesa.
-He pedido un batido de vainilla, ¿tú qué quieres?- Dijo haciéndole señas a la camarera para que se acercara a tomar nota del pedido.
-Hola, ¿qué vas a tomar?- Dijo en un tono amable mientras tachaba cosas de la libreta para después alzar la cabeza.
-¿Tú eres la amiga de...?
-¡Frank!, anda, ¿qué tal?- Me levanté y nos dimos dos besos.- Sigo siendo Sara, a ver si te acuerdas alguna vez.- Rió.
-Perdona.- Dije algo avergonzado.- Bueno, pues otro de vaiilla para mi, por favor.
-Mmm... Vainilla...- Dijo mirando al techo.- Enseguida os lo traigo.- Dijo alejándose.
-¿Quién es?
-La amiga de mi ex-novia.
-Aooummmm... Hablando de novios, novias y etc., ¿qué tal con Gerard?
-Emmm...- Balbuceé rascándome la nuca con el dedo meñique de la mano derecha.- Fatal.

Se quedó en silencio esperando el por qué con las cejas enarcadas, preguntándolo con la mirada.

-Encontré un condón usado en su cazadora.
-Aaww... lo siento tanto...- Se levantó con el y me abrazó.

Llegaron los batidos y ella cogió el suyo y me dijo que se iba, ya que llegaba tarde a Skeleton Crew Records.
Decidí volver al colegio, rezándole a Kurt Cobain para no encontrarme con Gerard. Desgraciadamente mis plegarias no fueron escuchadas.

-¡Frank!

Salí corriendo hacia mi moto y me conduje sin pensar a dónde iba.
En media hora llegué a una casa y me bajé de la moto, cegado por la luz del porche.
"¿¡Porqué cojones he venido aquí!?"
Me volvía a montar en el vehículo para irme cuando la puerta de aquel hogar se abrió.
Una mujer de mirada perdida y expresión perpleja y triste tartamudeó hasta finalmente preguntar: ¿Frank?