lunes, 20 de junio de 2011

Capítulo 8: I feel like there´s nothing left to do, but prove myself to you and we´ll keep it runing.

(NARRA GERARD)
"¿Por qué coño no me coges las llamadas, Frank?" Me dije. Había marcado su número y esperado interminables minutos con la esperanza de poder oír su voz unas ciento cincuenta veces aquel día, pero era inútil, no respondía.
Me dirigí al sofá que estaba junto a la mesa en la micro-sala de estar de la habitación y saqué un folio de mi carpeta y un lápiz con una goma en el extremo del estuche.
Estaba solo en la habitación ya que Mickey, con quien compartía habitación, había quedado con la chica del otro día... Ángela, creo recordar.
Me senté, me acomodé entre los cojines a rayas negras y rojas que componían mayoritariamente el mueble y me acerqué a la mesa, colocando en ella la hoja de papel para poder escribir bien. Cuando estaba confuso, no sólo dibujaba, que me hacía sentir divinamente, si no que también escribía en un papel todas las razones que hacían que estuviese rayado y, cuando ya tenía la lista, me la guardaba, y si surgían más razones, las apuntaba y esperaba, surgiesen más o no, a que pasara un tiempo para después volver a leer la lista y ver si era cierto o no y saber si debía hablarlo con esa persona o con cualquiera, conmigo mismo incluso, para ver como se podía soluccionar.
Empecé, y cuando hube acabado el papel quedó mayoritariamente en blanco, pero en la esquina superior izquiera se leía un título subrayado en mayúsculas con dos guiones de razones debajo del mismo.
FRANK IERO:
-Múltiples llamadas a las que no responde.
-Nunca me dijo un simple: "Te quiero" o algo similar.

Se que era algo absurdo y que cualquiera diría "Dios, Gerard. Déjale respirar, estaría duchándose, o comprando, o simplemente ocupado y no podría responderte, no te montes paranoias." Y también cosas como "Gerard, no hagas una montaña de un micro-grano de arena. No te ha dicho te quiero, ¿y qué? No te preocupes por esas gilibobadas."
Y diciendo todo aquello lo más probable es que, sí, que tuviesen razón, pero me jugaría mi mano derecha a que si les pasara a ellos en vez de a mí pensarían exactamente lo mismo que pienso yo ahora, a parte de lo que pongo en la lista, también me refiero al típico pensamiento de: "El amor apesta."
Miré al papel, leyendo inconscientemente lo que había escrito en él y lo doblé perfectamente recto, asegurándome de que los dobleces fuesen exactos los unos con los otros y que las esquinas cuadrasen al unísono. Una vez obtenido un pequeño cuadrado doblado de papel me lo guardé en el bolsillo trasero del pantalón y me levanté del sofá. Cogí mis llaves, mi mechero junto con mi paquete de tabaco y, tras ponerme una cazadora negra que colgaba de una silla cerca de la puerta, salí por la misma cruzando los pasillos del colegio hasta llegar a la puerta principal. Toqué el timbre para que abrieran la puerta metálica y poder salir del centro.
Dí un largo paseo, alejándome cada vez más de la población hasta que llegué a un bosque a las afueras del campus. Amaba ese lugar, prácticamente me había criado allí. Llevaba viniendo desde los 5 años cuando necesitaba pensar, empezó por las movidas de mis padres, los niños del colegio y más tarde, prácticamente me hice como Tarzán pero en el bosque del tiempo que pasé allí cuando mi abuela Elena murió. Me conocía aquellos caminos tan bien que podría recorrerlos y saber dónde parar por que hubiese una piedra con la que tropezar, un charco en el que mojarme o un tronco con el que chocar, perfectamente con los ojos cerrados.
Caminé relajadamente hasta llegar al tronco talado de un viejo olmo. Era un asiento perfecto, llevaba siéndolo desde que empecé a venir aquí. Saqué un cigarro y lo encendí. Tomaba caladas largas y profundas, tratando de admirar la naturaleza, privilegio con el que contaba ya que yo no era un desconocido para los animales de allí y no huían al verme, pero no podía ya que mi mente solo se centraba en Frank.
Dios, era horrible, no podía penar en otra cosa más que en él. Me dí ligeros golpecitos en la cabeza repitiéndome a mí mismo "Vamos, Gerard, tienes vida, ¿o no es así? Piensa en otra cosa." Eso hice, bueno, al menos lo intenté, pero el esfuerzo fue en vano ya que me venían absurdeces a la cabeza como "¿Qué haría Frank para intentar pensar en otra cosa?" Era absurdo. Así pasaron los segundos, los minutos, las horas, hasta que calló la noche. Dios, era precioso. El bosque estaba en silencio salvo por el canto de algunas aves nocturnas y los pasos de los animales en las hojas secas caídas en el suelo. Un búho se poso en una pequeña rama que había en lo que quedaba del árbol en el que estaba sentado. No era un búho cualquiera, tenía algo especial. No sabía exactamente el qué, pero algo era. Saqué la lista del tema de Frank y el lápiz que llevaba en el bolsillo y empecé a dibujar al búho por la otra cara del papel.
Cuando terminé miré el dibujo y se lo enseñé al búho, sonriendo, me guardé el papel y miré la hora en el móvil. La una de la madrugada. "Será mejor que vuelvas" Me dije, y eso hice.
Me llevó al rededor de una hora llegar a mi habitación. "¡Mierda, la llave!" Mickey me matará si le despierto..." ¿Qué opción quedaba?... Llamé a la puerta y me abrió mi hermano tomando un sorbo de una taza. Café, seguro que era café.
-Hey,- Bebió.- ¿dónde estabas
-Esto...- No podía mencionar el bosque, se daría cuenta de que algo me pasa y me bombardearía a preguntas y no me apetecía aquello ni lo más mínimo.- Pues... por ahí....
-¿Bosque?
-¡¿Qué?!, ¡No, por Dios, no!
-Gerard...
-¿Qué?, ¿acaso parece que tenga problemas como para ir al bosque?
-No lo sé, dímelo tú.
Me había pillado, y como un niño pequeño incapaz de admitir nada, me enrabieté con él.
-Que sí, que vale, que muy bien. Lo que tú digas... Me voy a la cama.
-Que duermas bien, Gerard.
-Sí, claro, tú también.
Me fui a mi cama y cerré la puerta con pestillo. No me cambié de ropa, no me quité los zapatos, ni siquiera vacié los bolsillos de la cazadora. Tan solo me ddejé caer sobre el colchón y traté de dormirme, lo cual me costó lo suyo, pero que finalmente logré.
Estaba en aquel bosque sentado en el olmo. El búho bajo hasta posarse a mi lado. Era un paisaje precioso. Miré hacia el horizonte y vi unas mariposas que se dirigían hacia el bosque. Tenían las alas en llamas y nada más posarse prendieron fuego a todo.
-¡Aghhhhhh!- Me desperté entre gritos.
-¡Gerard!- Mickey intentaba abrir la puerta. "El pestillo." Pensé.- Gerard, ¿estás bien? Abre la puerta.
Me levanté e hice lo que me acababa de pedir.
-Pesadillas de las que te hacen despertarte gritando..., ir al bosque y quedarse hasta las tantas allí..., dormir con el pestillo echado..., dormir con la ropa del día incluidos zapatos y la cazadora con todo en los bolsillos...- "No me pidas la lista... no me la pidas..." Sabía que me había pillado.- ¿De qué trata la lista esta vez?
-¡MUÉRETE!- Salí corriendo mientras las lágrimas corrían por mis mejillas.
No me podía creer que le hubiese gritado aquello a mi hermano. Estaba tan desesperado, tanto. Esto solo podía significar una cosa, que Frank era realmente especial para mí...
Una pequeña parte de mí decía "Tienes que hablar con él, Gerard"
Otra decía "No puedes hablar con él, ¿que pensará si le dices eso?"
Y otra era indiferente.
Odiaba con cuerpo y alma aquellas batallitas entre mi corazón y mi cabeza...
Bajé a la cafetería para desayunar. Nada como un café y un croissant tostado con mantequilla fundida para despejarme. Solía tomar café todas las mañanas, pero la mariconada del bollito grasiento solo era para tratar de curar temas del corazón.

(NARRA FRANK)

-Hummm- Me desperté mientras me restregaba los ojos, parpadeando lentamente e incorporándome a la misma velocidad.
Me había quedado dormido encima de Alba. "Mierda." Tenía un dolor de cabeza de esos que solo tienes tras haber bebido mucho. Miré a la mesilla de cristal, y, tal y como había supuesto, estaba repleta de latas de cerveza vacías y botellas de Vodka, Whisky y demás en las mismas condiciones.
Miré el móvil. Estaba bloqueado y debajo del recuadrito que indicaba la hora había otro recuadro más pequeño en el que indicaba "16 llamadas perdidas". Desbloqueé el móvil y pulsé "registros". Todas las llamadas eran de Gerard de la noche anterior. "Me cago en la puta..." Pensé a la vez que marcaba su número con el propósito de llamarle y explicarle lo sucedido.
*Hola, soy Gerard, 635447891 ahora mismo tengo el móvil apagado o fuera de cobertura, deja tu mensaje después de oír la señal y te llamaré en cuanto pueda* *Piiiib*
Colgué con un único pensamiento en mente: "Mierda."

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